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"Mi cumpleaños de 18 fue muy distinto porque estaba con 9 meses de embarazo, lloraba porque igual era muy joven. Miedos, angustias, ¿qué hago? ¿Qué decido? ¿Tengo el hijo? o ¿no lo tengo? ¿Qué dirá mi pareja? ¿Me va a acompañar? o ¿no me va a acompañar? En el colegio cuando me empezaron a notar me decían, pero esa niña que supuestamente era tan seria por qué está embarazada entonces me sentía señalada, juzgada".
Cuando nació María Camila, Adriana recibió el apoyo de su mamá y de su novio. Así pudo continuar con sus estudios, aunque siempre lidiando con la preocupación por el futuro.
"Dejaba mi niña, me iba a la universidad, era mucho más difícil porque no me podía quedar un buen rato en la universidad, tranquila, terminaba mi clase e inmediatamente me iba para mi casa porque sabía que había una niña que me esperaba, y no dejé de ser mamá pero a la vez inicié una preparación. Tenía muy claro que tenía que salir adelante".
Un día, por curiosidad, acompañó a un primo a una reunión en donde se hablaba de Dios. Lo que escuchó ese día la sorprendió.
"Y era un Dios muy distinto porque generalmente yo veía a ese Dios como muy arriba, muy montado, al que le rezaba y lo sentía de pronto un poquito ajeno, pero yo encontré ahí como un Dios papá pero que me decía que yo no estaba sola, que él estaba conmigo, que no debería tener temor porque donde Él está no hay temor. Cuando yo decidí entregarle mi vida a Jesús yo lo primero que le dije: Señor, yo quiero que tú hagas con mi vida muchas cosas, yo quiero sentirme distinta, más alegre, no tener tantas cargas, preocupaciones, ansiedades, las pongo en tus manos, ahí están todas mis cargas, tu sabes lo que yo quiero, lo que yo espero, lo que me angustia, pero Señor entonces conviérteme Jesús en esa mujer que tu quieres que yo sea".
Luis, su novio y padre de su hija no tuvo problemas con la nueva fe de Adriana, pero sí con un cambio que había decidido hacer.
"Si para Dios no es correcto que yo tenga relaciones fuera del matrimonio, no lo voy a volver a hacer, esa fue una de las primeras decisiones que yo tomé en mi vida luego de conocerlo, fue lo primero que hice voy a comenzar a obedecer, obviamente eso generaba ya un choque con él, no era alguien que estaba manipulándome o que me obligara a hacer ciertas cosas, pero sí generaba como una cierta distancia y no se me olvida una petición que le hice a Jesús: Yo le dije, Señor, si él va a ser pieza de tropiezo en mi vida en esta decisión que todo amor se vaya, yo no lo quiero querer".
Pasaron los años. Adriana desarrolló una relación de profunda amistad con el padre de su hija. Se graduó de la universidad y su rostro comenzó a volverse familiar en la televisión de Medellín, donde presenta el noticiero local. Todo iba muy bien y Adriana comenzó a anhelar algo más.
"Yo le oraba por eso, precisamente por ese hombre de hogar, esa figura que iba a tener mi niña paterna que aunque su papá estaba ahí presente iba a ser como el hogar que yo iba a constituir aparte, era una oración de casi todos los días".
Luis llamaba con frecuencia para conversar con su hija, pero las pláticas con Adriana comenzaron a alargarse más de lo usual.
"Pero él empezó a llamar y ya me generaba algo distinto, llegaba y visitaba a mi niña y yo lo veía diferente, lo veía más lindo, más especial, me hacía falta cuando decía que no podía ir a visitarla. El me invitaba por ejemplo a salir los viernes y yo le decía no, yo voy a la iglesia, a la reunión de jóvenes me recoge, después vamos".
El llegaba treinta minutos antes y escuchaba desde afuera, desde atrás, los últimos 30 minutos de prédica y de oración y observó como mostraban un Dios alegre, un Dios bueno.
Luis tomó la decisión de entregarle su vida a Jesucristo, pero no fue lo único que le dijo.
"Yo le dije a Jesús que si yo iba a ser el hombre con el cual Adriana podría ser feliz toda la vida, que se diera todo para reafirmar esa relación".
"Y definitivamente él decidió cambiar y empezaba en su lenguaje, un lenguaje más sano, de no decir malas palabras, dejar todo mal hábito de atrás y de comenzar a tener a Dios en cuenta en sus decisiones yo dije, aquí pasa algo".
Tras unos meses de noviazgo, Luis y Adriana se casaron. Para ella, ese día fue más que una boda, fue un premio a su decisión de guardarse para su esposo.
"Aquí está el milagro, este era el hombre que yo te pedía, este era el sueño que yo tanto anhelaba que se realizara, mi hija, mi niña estaba al lado de sus papás, yo le oraba mucho a Dios, y decía Señor, que sea un hombre que me ame mucho, pero ante todo que ame mucho a mi hija, que me la respete, y lo que yo no sabía era que Dios estaba preparando al propio papá para que su hija tuviera ese buen papá que la iba a respetar y que iba a tener también yo a mi lado un muy buen hombre".
"Es un hogar que es un regalito de Dios, en el cual me siento muy privilegiada de haberlo obedecido y de recibir esa bendición y esa respuesta".
Fuente: NoticiasCristianas.me
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